En la entrada fundacional del
blogg hemos expresado nuestra intención de abordar todos sus contenidos desde
el prisma de la filosofía perenne. Siendo así, entendemos que es razonable
utilizar las primeras entradas para definir el concepto y explicar someramente
su historia.
La filosofía perenne o
perennalismo es, dentro de la filosofía de la religión, una perspectiva que
entiende que cada una de las grandes tradiciones religiosas comparte una verdad
única y universal, la cual es la base y fuente de todas ellas. Así, cada una de
las religiones sería una manera de interpretar y expresar la Verdad, atendiendo
al contexto histórico, social o psicológico de una determinada cultura y en
base a sus necesidades concretas. Dicha verdad universal, albergada en el corazón
de todas las tradiciones religiosas, viene siendo recordada por los diferentes
santos, místicos, filósofos y sabios, cuyas reflexiones y experiencias
confirmarían la unidad trascendente de todas las religiones.
Una vez definido el concepto "filosofía perenne", pasemos ya a conocer al primer
autor que emplea este término. Bien es cierto que en él no encontramos todavía
de forma plena la definición que hemos expuesto más arriba. Sin embargo, ésta
es una de las semillas más importantes.
El primer autor en emplear el
término Philosophia perennis fue el
monje Agostino Steuco ( 1497-1458 ), un humanista italiano, obispo de Kisamos, a quien le debemos
toda una serie de obras polemistas (sobretodo contra Lutero, Calvino y Erasmo)
y exegéticas. Sobre este último aspecto son especialmente interesantes sus
estudios del Pentateuco, en donde sus profundos conocimientos de la lengua
hebrea y griega le dotan para una mejor y más profunda comprensión de los
textos. De hecho, a él le debemos la corrección de ciertos puntos de la
traducción al latín que realizara San Jerónimo del Antiguo Testamento.
Retrato del monje Agostino Steuco.
Sin embargo, la obra que nos
interesa de manera especial lleva por título, justamente, De Perenni libri Philophia. El tratado fue publicado en 1490 e iba
dedicado al Papa Pablo III. En él, Steuco sostiene que gran parte de las ideas
que los sabios, poetas y filósofos de la antigüedad greco-romana están en
consonancia, en su nivel más esencial, con los principios de la fe católica
tradicional.
La obra, sorprendentemente,
emplea el término Philosophia perennis
únicamente dos veces. Pero es suficiente, puesto que todo su texto expresa de
manera clara que la Verdad mana de una
sola fuente, y que el origen de esa sabiduría primigenia se pierde en el albor
de los tiempos. Steuco, en el capítulo I de su tratado, declara que “hay un
principio de todas las cosas, un conocimiento que ha sido siempre uno en todos
los pueblos”. Bajo esta visión, el pensamiento cristiano escolástico aparecía
como la culminación más perfecta de esta sabiduría perenne, la cual también habían conocido los pueblos pre-cristianos en muchos de sus aspectos. Sin embargo, dicha sabiduría había quedado oscurecida desde la Caida del hombre, y no es hasta la llegada del cristianismo, esto es, hasta la Encarnación del Verbo y su sacrifio redentor, que esa sabiduría vuelve a quedar de nuevo restaurada de forma cristalina.
Encontramos una afirmación
semejante en la obra de San Agustín de Hipona (354-430), si bien es cierto que
éste no emplea el término filosofía perenne. En su célebre obra “Confesiones”,
el santo escribió que “Lo mismo que se llama ahora religión cristiana, existió
también entre los antiguos desde el inicio de la raza humana hasta que Cristo
se hizo carne. Después de esto, la verdadera religión, que ya existía, se la
llamó cristianismo”. Tal idea fue compartida por otros doctores de la Iglesia,
como por ejemplo Clemente de Alejandría, Orígenes o León Magno. Existió
entonces un cristianismo antes de Cristo, pero expresado todavía de forma
incompleta.
Como habrá observado el lector, esta filosofía perenne tiene
aún como centro indiscutible la religión cristiana. Más adelante veremos que esto
no es siempre así. Sin embargo, es comprensible que, por sus características
históricas y teológicas, el cristianismo ocupe un lugar central en esta
historia. Así, el pensamiento de Steuco supone un eslabón más en la cadena de la filosofía perenne, concepto que es verbalizado por vez primera por él, pero que en realidad podemos remontar no solo hasta San Agustín, tal y como hemos apuntado, sino hasta el mismo Platón. Tendremos ocasión de hablar de ello en futuras entradas.
Por ahora esto es todo. En nuestra siguiente publicación prestaremos atención a un concepto cercano al de Philosophia perennis, cuyo nacimiento es muy próximo al de éste y con el cual a veces se confunde. Nos referimos al término Prisca Theologia, acuñado algunos años antes por Marsilio Ficino, un sabio humanista del que tendremos el placer de hablar en nuestra siguiente entrada y que guarda incluso una cierta relación "bibliotecaria" con Agostino Steuco.
Hasta muy pronto.
Jorge R. Ariza
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