Habíamos anunciado en la anterior entrada la existencia de
un término cercano conceptual y cronológicamente al de Filosofia perenne: Prisca Theología. Es habitual, y hasta
cierto punto comprensible, que ambos conceptos se usen de manera indistinta,
como si fueran sinónimos. Sin embargo, consideramos necesario hilar un poco más
fino y explicar las diferencias que a día de hoy existen entre ambos términos
El concepto Prisca
Theología fue acuñado algún tiempo antes por el gran humanista Marsilio
Ficino (1433-1499), personaje que emparentamos “bibliotecariamente” con el
monje Agostino Steuco en nuestra última entrada. Decimos esto porque no solo
les une a dos personajes el interés por la armonía de las diferentes
tradiciones religiosas, sino que hay una bonita y poética conexión
bibliotecaria entre ellos. Cuando Steuco llegó al monasterio de Sant’ Antonio
di Castello, en Venecia, fue destinado a
ocupar el puesto de bibliotecario, debido a sus grandes conocimientos en lenguas
antiguas, como ya apuntamos. Lo bonito de esta anécdota es que muchos de los
volúmenes de la biblioteca (tratados y estudios de filosofía, lengua hebrea,
teología etc) habían sido propiedad, algunos años antes, de nuestro protagonista
de hoy: Ficino. Así, el monje Agostino quedaba al cuidado de una serie de libros que estudiara este importante humanista, uno de los más eminentes miembros de la Academia
Platónica de Florencia.
Marsilio Ficino
A ambos les unían muchas cosas: eran humanistas italianos,
grandes conocedores de las lenguas antiguas y tenían la intención de hallar una
manera de armonizar la tradición católica con otras cosmovisiones, de dar con
un sistema filosófico que unificara los principios neoplatónicos con la
filosofía cristiana.
Ficino, antes que Steuco, trabajó en esta idea y la expuso
en comentarios dentro de las traducciones que efectuó del “Corpus Hermeticum” y
de las obras de Plotino. Habría, pues, una concordia doctrinal entre los
autores paganos y la religión cristiana.
En esta misma linea transita el pensamiento de un contemporáneo
de Ficino: Giovanni Pico della Mirandola (1463- 1494), perteneciente también a
la Academia Platónica Florentina. Tendremos ocasión de hablar largo y tendido
sobre él.
Ambos consideraban que la filosofía de Platón, la religión
Órfica o el hermetismo estaban en armonía con el cristianismo, de la misma
manera que el Antiguo Testamento suponía una preparación doctrinal para el
cristianismo que había de nacer, si bien es cierto que la religión hebrea
gozaba, lógicamente, de una posición superior o privilegiada sobre otras
religiones de naturaleza pagana.
La obra de Steuco, y la acuñación del término Philosophia perennis, supone una continuación del trabajo de Ficino y Pico Della Mirandola. Sin embargo, con los siglos, el concepto Filosofía perenne servirá para hablar del fin último de toda filosofía o de la unidad trascendente de todas las religiones, sin que ninguna confesión quede por encima de otras. En cambio, el concepto Prisca theología ha quedado como aquel que se refiere a las antiguas religiones o filosofías del mundo pagano (egipcios, caldeos, griegos, romanos etc) que anunciaban o prefiguraban la religión definitiva y más perfecta, que sería, por supuesto, la cristiana católica. Así, la Prisca theología, es decir, las religiones antiguas que anunciaban la verdad y preparaban a los pueblos para su advenimiento definitivo, carecen de validez una vez que llega la Luz del Mundo. Esa luz, que es Cristo, el Nuevo Adán, hace desaparecer todas las sombras que habían servido para preparar el camino hacia la Verdad perdida tras la Caída de nuestros primeros padres. Tal verdad quedaría recuperada entonces en el Evangelio. Bajo esta visión, no tiene sentido permanecer en las viejas doctrinas ni tampoco participar de las nuevas, como por ejemplo la religión musulmana. Sin embargo, y esto es fundamental para nosotros, los futuros autores perennalistas jamás pondrán en duda la validez del Islam, el judaísmo o el buddhismo, por ejemplo, como vías perfectamente válidas para llegar a Dios o a lo Absoluto. La Verdad, según el perennalismo del que participamos en este espacio, se manifiesta de formas diferentes a lo largo de la historia. Y la razón que ha movido a la Divinidad a que esto ocurra así… es un misterio.
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